Asumir la vida como compromiso, crear los mecanismos necesarios para modificar la realidad, correr el riesgo detrás de una propuesta política, desarrollar tesis acerca del papel del artista en una sociedad anémica y cumplir con su empecinada pasión por la vida eso hizo, Rafael Larrea con sus 53 años.
Nació en Quito en 1942, fallece en 1995. Profesor de Idiomas, Periodista profesional, estudió en la Escuela de Ciencias de la Información de la Universidad Central del Ecuador. Poeta, periodista, catedrático.
Publica sus trabajos de poesía en varias revistas y periódicos del Ecuador, Perú, Chile, Argentina y Bolivia. Integrante del grupo Tzántzico, su poesía aparece en la Revista Pucuna, Bufanda del Sol y la Revista del Centro de Arte Nacional.
Trabajador Cultural, pertenec al Grupo Cultural Noviembre 15; fue Director del Centro de Arte Nacional. Efectúo varias giras culturales por América y Europa.
Su poesía brota de la iracundia popular, quiere ser un receptor de las angustias sociales, protesta con su voz de inconformidad, desarrolló una propuesta y la potenció, cantor de los sueños y la ternura.
Obra Poética Publicada: Levanta polvos (poesía)1969, Nuestra es la vida (poesía 1979), Campanas de Bronce, Quito 1983; Bajo el sombrero del poeta, Quito 1988, Nosotros, la luna, los caballos, Quito 1995; La Casa de los Siete Patios (poesía), edición póstuma 1996.
Consta en las antologías: Lírica ecuatoriana contemporánea (Bogotá 1979), Palabras y Contrastes: Antología de la nueva poesía ecuatoriana (Cuenca 1984); Poesía viva del Ecuador (Quito 1990) y La palabra perdurable (Quito 1991).
En Levanta –polvos, su primer poemario (1969); una obra fundamental para entender la poética tzántzica; allí Rafael dispara lanzas, dardos, verbos y flechas, a la cabeza del buen burgués y hace arribar a María Campanario al café 77, a algún rinconcito bohemio de la plaza de Santo Domingo; a esas picanterías y rockolas ya perdidas entre la cal de la renovación urbana, donde un día el poeta convocó a salir de su ataúd a la “vida perra, vida de presidente, embajadora vida millonaria” , y propuso morir “al dizqueinventor de esta vida” y salió a recitar su levanta polvos montado en una escalera, bajo una luna iconoclasta y parricida, oficiando de cómplice y encantador de una tribu utópica, a la que muchos quisieron, luego subirse al vuelo..
Siempre fiel a la propuesta tzántzica original, su poesía como su vida, ligadas a la acción política, a la transformación posible, a una concepción ético- estética del hombre solidario, simbolizan la poética del optimismo, del avance, del siempre MAS, frente a aquella literatura que el “desencanto” y “el desencuenro” pudo extraviar en otros; imaginar y construir un mundo más poético, tal fue la bella tarea en la que “el poeta” perseveró hasta el final.
Sofía Vergara Ruiz