viernes, 9 de diciembre de 2011

Guevara inspirará principios, obras y canciones


Escrito por Silvio Rodríguez,


El 29 de noviembre, Silvio Rodríguez cumplió 65 años. Se publica a continuación un extracto de la conferencia que impartió al recibir en Córdoba (Argentina) el Doctorado HC., de la Universidad Nacional, conferencia dedicada a Ernesto Ché Guevara.

 
Silvio Rodríguez recogiendo el título de doctor HC., por la Universidad Nacional de Córdoba (foto: Sergio Cejas/La Voz)

Estimada Rectora de la Universidad Nacional de Córdoba. Profesores, alumnos, amigos:
En las diferentes luchas de emancipación de Cuba, siempre participaron hombres de diversos países: latinoamericanos, españoles, polacos, chinos, norteamericanos; por sus méritos, llegó a ser General en Jefe el dominicano Máximo Gómez Báez.

Posteriormente, como en gratitud, generaciones de cubanos han participado en gestas de distinto tipo en países del mundo. Solo en los años 30 del pasado siglo, en la guerra civil española, lucharon más de un millar de cubanos voluntarios en las brigadas internacionales.
Pero después del triunfo de la Revolución, en la década del 60, la idea de ser internacionalista empezó a ser en Cuba algo así como lo máximo, y por estar dispuesto a serlo llegó a medirse la calidad de hombres y mujeres. Incluso se hizo habitual que pusiéramos por escrito nuestra disposición de ir a cualquier punto del planeta en que la solidaridad nos reclamara.

Aún así, inicialmente yo no entendía muy bien el internacionalismo. Hasta los 20 años pensaba que era un gesto generoso, pero no estaba totalmente convencido de aquello de marcharse a ayudar a otro país, cuando en nuestra propia tierra faltaba tanto por hacer.

Solo unos pocos años antes, en nuestra más reciente etapa de liberación, luego de una dura travesía desde México hasta Cuba, un argentino había formado parte del núcleo que fundara el Ejército Rebelde. Ya en la Sierra Maestra había comandado la segunda columna guerrillera y había realizado la invasión desde el oriente hasta el occidente de Cuba, a la par del legendario Camilo Cienfuegos. Después había estado al frente de la toma de la importante ciudad de Santa Clara, acción que infringió una derrota significativa al ejército de la tiranía. Este argentino formó parte del Gobierno Revolucionario, fue presidente del Banco Nacional y Ministro de Industrias. Además fundó una familia y tuvo varios hijos en Cuba. 

Pero todos sus cargos, incluso su amada familia, los dejó por ser capaz de sentir en su mejilla la bofetada dada a otra persona en otro lugar del mundo, según sus propias palabras.
Comprender la dimensión del sacrificio de este hombre, su idea del internacionalismo como acto supremo de solidaridad, como expresión máxima de la condición humana, movió mis convicciones.
En junio de 1967, cuando fui desmovilizado de mi servicio militar, aquel hombre al que sus compañeros cubanos habían apodado cariñosamente Che, ya se encontraba en Bolivia en otra experiencia internacionalista. Apenas le quedaban cuatro meses de vida.

Su muerte, en octubre, fue una conmoción en mi país, muy especialmente para los jóvenes de mi generación. Este hecho, que también tuvo repercusiones universales, terminó de fraguar un arquetipo humano que nos serviría como brújula durante años. Tanto fue así que desde entonces empezaron a salirme composiciones donde trataba de explicar los significados de su altruismo.

La primera de las canciones que compuse motivado por el Che fue "La era está pariendo un corazón". Este tema, que al inicio suscitó controversias por el uso de la palabra parir, acabó convirtiéndose en un suceso nacional, interpretado por la extraordinaria Omara Portuondo. Curiosamente también fue la primera canción de la llamada nueva trova que trascendió las fronteras de Cuba, cuando Pino Solanas la incluyó en su importante documental "La Hora de los Hornos".

"Fusil contra Fusil" , la segunda canción que escribí por Ernesto Guevara, la compuse sólo unos minutos después que la primera. Y es que en La Era... me faltaba el nombre y el apellido de quien me había mostrado aquella forma de entender la solidaridad. Pero siempre fui enemigo de lo demasiado explícito. Por preferencias personales pensaba que las palabras de las canciones tenían que parecerse a los tropos poéticos. Por eso en "Fusil contra fusil", más que a la persona, mencioné la conclusión extrema a la que había llegado un hombre: que a los fusiles de los opresores podían responder los fusiles de los oprimidos.

"América, te hablo de Ernesto" se me apareció en 1972, muy cerca de aquí, en el primer país latinoamericano que visité. Era el Chile de otro hombre admirable: Salvador Allende, quien había llegado a la presidencia por la vía de las urnas. Su gobierno era una coalición de izquierdas donde sólo el MIR y otros pocos creían en la teoría del foco guerrillero. Un día hubo un gran mitin en el Estadio Nacional, donde figuraban los rostros de muchos próceres de América. Viendo que faltaba el Che, construí mentalmente la canción y cuando llegué al hotel solo tuve que transcribirla.

"Un hombre se levanta", también llamada "Antesala de un Tupamaro", la hice para una serie de televisión que contaba las peripecias de la guerrilla urbana del Uruguay. Tuve la suerte de que fuera interpretada por Sara González, que empezaba por entonces y la convirtió en un éxito.

"La oveja negra" la compuse también en los 70, en un período en que, por identidad continental, traté de usar ritmos de la música andina y del cono sur.
"Hombre" fue para conmemorar el XX aniversario de la caída del guerrillero. Era 1987 y cuando digo "Hombre y amigo, aún queda para estar contigo, Hombre sin templo, desciende a mi ciudad tu ejemplo", estoy cantando frustraciones de una sociedad que un Hombre con mayúscula ayudó a fundar con un alto nivel de exigencia.

Desde entonces hasta hoy han cambiado algunas cosas. Con la caída del campo socialista, el mundo, que desde el punto de vista de las superpotencias era bipolar, aparentemente empezó a ser dominado por un solo punto de vista. Hablo de apariencias porque nosotros seguimos siendo un Tercer Mundo testimoniante e indignado. Y es que mientras existan las espantosas diferencias que nos separan y las intolerables injusticias que cometen los más poderosos, la idea de redención de hombres como este argentino-cubano-rosarino-cordobés-congolés-boliviano Guevara inspirará principios, obras y canciones.

No hace mucho hice una Tonada del albedrío y la incluí en el último disco que he grabado. En ella retomo la todavía vigente idea del Che de que el socialismo no requiere intelectuales asalariados al pensamiento oficial. Y desmiento a los que quieren estigmatizar al revolucionario como hombre violento. Y es que la violencia a ultranza no hubiera congregado tanto mundo dispar, como hace el Che; esto solo es posible bajo la divisa del amor.

Algunas de las ideas de este hombre fueron concebidas en un mundo que ha sufrido cambios. Pero su búsqueda de una dignidad humana plena sigue siendo un motor contemporáneo. Porque Ernesto Guevara no tuvo intereses mezquinos: fue un inconforme radical, un iconoclasta que puso su pellejo por delante para dar un sentido superior, más que a su propia vida, a la vida de todos. Por eso ha sido lucidez inspiradora de actos, poemas y canciones en muchos tiempos y lugares. Por eso aún los jóvenes del mundo lo llevan como emblema. Por eso los cubanos todavía andamos con su espíritu en actividades solidarias de la salud, la educación, la cultura, el deporte y la amistad entre los pueblos. 

Y en la tarde de hoy pudiera decir que el Che, insólitamente, también está en la profunda gratitud que me motiva este acto, en esta casa Universal de Córdoba, tierra donde este Hombre sin muerte también dejó su huella.

Muchas Gracias.

martes, 29 de noviembre de 2011

Carta a CALLE 13

 Tomado de http://www.aporrea.org/tiburon/n193791.html

5 de noviembre de 2011

Desde mi “Carraca” en Venezuela, para CALLE 13.

Hola Residente! Hola Calle 13!


Hermanos míos, hermanos de mi corazón.

Desde la jaula de acero y cemento donde me tienen prisionero en Caracas, Venezuela, les mando a ustedes y el pueblo de Puerto Rico, un cálido abrazo de Patria Grande.

Felicitaciones por los Grammy. ¡Gracias por tanta alegría y que viva Latinoamérica!
Hermanos, yo soy un colombiano macondiano, que al igual que ustedes, también he tenido el atrevimiento de alzarme en canto, para ayudar a dibujar el camino que habrá de conducirnos a la realización de la Paz con Justicia y Amor: el sueño infinito de Filiberto Ojeda Ríos.

Por esta causa, que es la más noble y hermosa que existe sobre la tierra, he sufrido desde niño persecuciones, cárcel, torturas, atentados, asaltos, emboscadas, bombardeos y ametrallamientos… Yo soy uno de los pocos sobrevivientes del genocidio que fue víctima la Unión Patriótica; genocidio que es apenas, uno de los tantos crímenes del imperialista Plan Cóndor… Que NO se olvida.

Después de más de cuarenta años de andar disparando canciones libertarias como Benjo Cruz, Alí Primera, Víctor Jara, Cañoto, Mercedes Sosa, Cristian Pérez, Carlos Puebla, Violeta Parra, Atahualpa Yupanky y tantos otros guerrilleros del canto, por problemas de salud producto de la represión, enfermedades mal curadas y los achaques propios de la edad, me vi obligado a venir a la República Bolivariana de Venezuela en busca de refugio y atención medica, pero lo que encontré fue la prisión.

Claro también encontré de parte del Bravo Pueblo, hijo de Bolívar, la más bella solidaridad. Solidaridad que ha ido extendiéndose por todo el planeta pidiendo al Gobierno de la Revolución Bolivariana, en especial al Comandante Hugo Chávez, que en cumplimiento de los acuerdos, tratados, leyes internacionales y las propias de Venezuela, me devuelvan la Libertad y conceda el Asilo político ó me remitan a un tercer país neutral; ya que extraditarme a Colombia o a los Estados Unidos, es la tortura y la muerte.

Hermanos míos, si esto último llegase a ocurrir, porque la fuerza del de terror imperial se impone sobre la solidaridad, el amor y la ternura y se violan los acuerdos, tratados y leyes que me protegen, les pido a ustedes y a todos los cantores y cantoras que sueñan un mundo mejor, que hagan suya mi canción, con eso me alcanza y me sobra para morir feliz.

Amoroso abrazo… y VAMOS CAMINANDO!!!
Sin vender nuestra conciencia, sin traicionar nuestra canción… Amando la Patria, Insurreccionados contra la privatización de la Tierra, el Sol, la Luna, las Estrellas… LA FELICIDAD.

¡AMANDO VENCEREMOS!
Julián Conrado

martes, 15 de noviembre de 2011

15 de noviembre de 1922, gesta de los trabajadores ecuatorianos

Esta gesta heroica fue recogida por Joaquín Gallegos Lara, escritor militante comunista guayaquileño, quien la utilizó como argumento para crear esa gran novela titulada “Las cruces sobre el agua”. Uno de los testimonios más dramáticos de este hecho.



El l5 de Noviembre es una fecha labrada indeleblemente en la memoria de la clase obrera, es decir, de los trabajadores ecuatorianos organizados y presentes, desde entonces, en la lucha contra la explotación y la miseria. En esa fecha, hace 89 años, en 1922, se produjo la primera gran huelga general contra los explotadores y el primer baño de sangre con que nacieron a la historia los movimientos sociales en el Ecuador.

Esta gesta heroica fue recogida por Joaquín Gallegos Lara, escritor militante guayaquileño, quien la utilizó como argumento para crear esa gran novela titulada “Las cruces sobre el agua”, uno de los testimonios más dramáticos y fehacientes del estado de explotación y miseria en que vivían los trabajadores ecuatorianos en la década de los años 20 del siglo anterior, en el suburbio guayaquileño, en donde se hacinaban los montubios y campesinos costeños, sobre cuyas espaldas, los banqueros y los comerciantes del puerto, construyeron sus incalculables fortunas.


La novela “LAS CRUCES SOBRE EL AGUA”, sin duda alguna, fue escrita como un testimonio de la masacre del 15 de Noviembre y así lo confirman las fechas que cita el autor, que van entre 1920 y 1922; para entonces Gallegos Lara debía tener 10 o 12 años y, por lo tanto, debió haber sido testigo, de alguna manera, de ese episodio trágico de nuestra historia. Sin embargo, la primera edición de su novela aparece en Guayaquil recién en l946, publicada por la Editorial Senefelder C.A. Limitada, con portada del pintor y escultor guayaquileño Alfredo Palacio y 7 grabados de Eduardo Borja Illescas.
La tragedia que le tocó vivir en carne propia, contribuyó para que Gallegos Lara afinara su sensibilidad y desarrollara un especial sentido de observación y de solidaridad con la tragedia humana, ya que nació inválido, con muñones insignificantes en vez de piernas, y para movilizarse tenía que desplazarse cargado por otro hombre, sobre sus espaldas, hecho que no impidió que participara en las luchas populares y en la organización de sindicatos y células del partido comunista, del cual fue miembro fundador.

Gallegos Lara fue el inspirador del “Grupo de Guayaquil”, que con su libro “Los que se van”, junto a Demetrio Aguilera Malta y Enrique Gil Gilbert, son los iniciadores de la transformación de la literatura nacional de los años 30, pues no solo que incluyen “la mala palabra” y el lenguaje popular en la narrativa nacional, sino que son los pioneros del realismo social en nuestra literatura. Gallegos Lara, el “Joaco” con un claro conocimiento del marxismo y sus grandes cualidades de narrador, manejaba con perfección la estructura de sus narraciones y se convirtió en uno de los más grandes exponentes del realismo social en el Ecuador y en el gran promotor del Grupo de Guayaquil, (‘los cinco como un puño’: Gallegos, José de la Cuadra, Demetrio Aguilera, Enrique Gil Gilbert y Alfredo Pareja).

En “Las cruces sobre el agua”, Gallegos Lara demuestra un profundo conocimiento de las costumbres, los problemas, las frustraciones y los anhelos de los habitantes del suburbio guayaquileño, conocimiento que se va planteando en el desenvolverse de la novela, sin utilizar los trucos del maniqueísmo ni del lenguaje panfletario; veamos un ejemplo: “Alguna vez Antonio le había dicho que solo encontraría su propia alma y su propia música en su pueblo. Vaga la idea se la quedó. Era ahora, en el balcón de la ‘Tomás Briones’, que de verdad la comprendía. Unicamente el pueblo es fecundo. Su gente se alzaba y él ascendía en su marea. Hallaba en sí mismo las raíces que, como con su madre, lo unían con su tierra”.

Gran narrador realista, casi fotográfico pero al mismo tiempo, poético y trágicamente tierno, así describe el tugurio del suburbio: “Llovía ya, y el viento se lanzó a patear la puerta. El techo era de zinc y crepitó como apedreado. Rosa, contrayendo el vientre, separó el catre, empujándole con ambas manos. ¿A qué horas se acababa la kerosina del candil? Era inútil mover el catre. El techo era un cedazo. Habían goteras para la mesa, para el baúl, para mojar al enfermo, para los huesos de los dos. Cirilo tosía y temblaba. El estrépito del zinc se hacía infernal. Tocar el piso era flotar. Las cañas filtraban filos de vidrios rotos en el aire...”; o este retrato tiernamente humano y maternal de Alfredo Baldeón, niño del suburbio: “Y Trinidad puso la mano en la cabeza erguida de su pequeño zambo, de mirada viva y pies descalzos, reidor, con la camisa fuera del pantalón de sempiterno largo al tobillo, y en la muñeca un jebe. A Alfredo el patio le olía a tierra húmeda y la mano de su madre a jabón prieto”.

La magnitud del levantamiento popular del l5 de noviembre de l922, se puede apreciar en toda su magnitud, leyendo este pequeño párrafo: “Era demasiada gente. Nunca se había lanzado tanta de golpe a las calles. Gallinazo suponía que era todo Guayaquil, menos los ricos. Iban tan apretados que no se diferenciaban los zarrapastrosos pantalones, las camisas mojadas de sudor, las oscuras bocas con los dientes bañados de sol y risa. Las mujeres, recogiéndose las faldas, empujaban con los puños, buscando sitio en las primeras filas; los pilluelos, ágiles como ratones de pulpería, brillosa la piel morena, se cruzaban entre las piernas, blandiendo palos, azuzando. De repente, adelante, sostenida por muchas manos, sobre las cabezas que se levantaban a mirarla, se irguió un asta de caña y flotó una bandera, una bandera roja”.

Sin duda, Joaquín Gallegos Lara fue el más claro y el más profundo de los tres escritores que formaron parte del libro “Los que se van”, con Enrique Gil Gilbert y Demetrio Aguilera Malta; en los ocho cuentos con que él aporta al volumen, se puede admirar la solidez de sus conocimientos sobre la realidad del pueblo ecuatoriano, tanto de la sierra como de la costa y no solo en la ciudad sino en el campo, como lo demuestran sus cuentos “El guaraguao” y “La última erranza”. “Las cruces sobre el agua” es todo lo que se ha afirmado en los párrafos anteriores; pero, sobre todo, es una valiente y patética denuncia sobre la brutal represión ejercida contra el pueblo de Guayaquil: obreros, artesanos, empleados, que fueron asesinados cobardemente por la soldadesca envilecida “que cumplía órdenes superiores”. Las víctimas de la masacre, varios centenares, fueron lanzadas al Río Guayas, para ocultar las evidencias. Desde entonces, las gentes humildes del pueblo guayaquileño, cuando llega el l5 de Noviembre, lanzan sobre la Ría unas cruces negras iluminadas con velas, demostrando que aún está viva su solidaridad y su protesta.

Alfonso Murriagui, 16 de noviembre de 2009.

 



CANTATA NOVIEMBRE 15
Un homenaje de los artistas populares ecuatorianos a los trabajadores.

Lentamente fue desarrollándose el capitalismo, lentamente surgió la clase obrera. Florecieron las empresas a base de la miseria de los trabajadores, los combates y la organización también crecieron de los gremios de ayuda mutua a los primeros sindicatos, a las federaciones. Los campesinos sin tierra, huasipungueros, yanaperos, también se levantaban en contra de las infrahumanas condiciones de vida. Tras la revolución Alfarista, el ferrocarril unió la costa con la sierra.

El capital Norteamericano desplazó al inglés, la oligarquía criolla se robusteció, los trabajadores acentuaron la lucha huelga tras huelga, Tomasa Garcés, con sus 4 hijos se tiende sobre las rieles del ferrocarril, para impedir que los rompehuelgas acallaran la voz obrera, que empezaba a nacer y expandirse.

El 13 de noviembre de 1922, la gran asamblea de trabajadores reunida en el sindicato Tomás Briones lanzó el llamado a la huelga general:
“Compañeros, la fuerza incontrastable del proletariado reside en su unión en su abnegación, en su recíproco apoyo, porque estas son las condiciones básicas de su poder. Pueblo hermano, nos encontramos colocados en la situación más difícil a causa de la terquedad del capitalismo y sus sostenedores, quienes prevalidos de la fuerza que los apoya pretenden imponernos las condiciones más humillantes e imposibles para la solución de los justísimos reclamos que tenemos presentados a las respectivas empresas. En consecuencia la gran asamblea de trabajadores decreta el paro general desde hoy a las 3 de la tarde como elocuente protesta por todos los atropellos de que somos víctimas. Compañeros del pueblo estamos vinculados por un gran imperativo el hambre y no toleraremos que el déspota capitalista quiera pisotear nuestros derecho, si ellos viven en medio de la abundancia y de la orgía es debido a nuestros brazos, a nuestras energías y a veces a nuestras vidas.”

¡¡¡15 de noviembre de 1922, las 3 de la tarde, 20 mil hombres, mujeres y niños en las calles del puerto. La Federación regional de trabajadores, la confederación obrera del Guayas, los ferroviarios de Durán, la Sociedad de Cacahueros, la Sociedad de 30 de Julio, los trabajadores de la Arsenal, la Asociación Gremial del Astillero, los trabajadores de la empresa eléctrica, la Sociedad de Tipógrafos, la Sociedad de Estibadores, la Sociedad de Joyeros y Plateros, la Sociedad Nacional de Empleados, representantes de la Artística de Pichincha, trabajadores de Riobamba, Ambato, la Liga Obrera del Guayas, los empleados del servicio sanitario, los empleados de comercio, los trabajadores de la proveedora de agua del cuerpo de bomberos, de los tranvías y carros urbanos, de aseo de calles, los vendedores de periódicos, el centro feminista La Aurora, la agrupación Rosa Luxemburgo, la escuela taller de la Liga Obrera, la Sociedad de Plomeros y Gasfiteros, la Sociedad de Areneros, los trabajadores de las fábricas, aserríos y talleres San Francisco, Santa Rosa, Molino Nacional, la Fama, el Progreso, la Roma, la Universal, la Jabonería Nacional, Casa Americana, la María, La Iberia, San Luis, Cervecería Nacional, Casa Biting, La Corona, todo Guayaquil, menos los ricos!!!

Durante 8 días había permanecido sin luz ni agua la ciudad de Guayaquil, sin que hubiera habido ningún desmán, ningún acto repudiable, solo la huelga general absorbía la atención, la total paralización de actividades, la decisión, la unidad y la fuerza de los combatientes, hizo temblar a los explotadores, la oligarquía y su gobierno corrieron la voz de que los huelguistas eran una turba de ladrones y asaltantes movidos por los bolcheviques, era la justificación para lanzarse contra el pueblo desarmado. Más de mil muertos, no respetaron mujeres, niños, ancianos, con yataganes abrieron sus vientres, y los lanzaron a la ría.

Pero de entre la multitud que huía, heroicos combatientes respondieron buscando armas, arrebatando armas, mataron a quienes al pueblo asesinaban y grande épico el valiente proletario Alfredo Baldeón, se puso a la cabeza de la lucha.


“Noviembre grita en la memoria
al pueblo muerto en la batalla del litoral.
Envolvió el río entre sus alas
los cuerpos de los combatientes del 22.
Se incendió, rojo el sol y nació, a la historia nació
la clase que va rompiendo cadenas en el Ecuador.
El muerto fue un panadero trabajador….
y el compañero le arrebató el fusil criminal….
Y luchó, por su vida luchó
y por todo el pueblo Alfredo Baldeón.
Pero en las calles combatiente
buscaba el pueblo esperanzado la revolución.
Y Baldeón, el obrero tierno y fuerte se reía de la muerte,
con el puño levantado tomó el reto
y a su lado llamó, con su ejemplo a combatir”.

“Violento y terminante mar de lo ya ido,
volcánica corteza del tiempo transcurrido,
levanta con vigor tu ceja furibunda.
Ola que bramas la verdad profunda
de los pueblos caídos luchando por el pan,
somos los anónimos muertos del 15 de noviembre,
que escribimos con algas la tragedia sin nombre,
repetimos la heroica gesta del pueblo levantado,
nuestro paso inicial cortado, ensangrentado,
grito de gloria humana ahogado en yatagán”

“Calles del puerto, trincheras respetadas,
calles endurecidas por tristes madrugadas,
o Guayaquil amada, campo de batalla
recordad nuestra sangre por el odio derramada,
roja siempre roja como necia verdad.
Quisimos el progreso, la ciencia, el pan para todos,
el fin de la explotación y de la infamia.
Nosotros los trabajadores que caímos peleando,
volveremos a salir con las mismas consignas proletarias,
en vosotros hermanos seguiremos luchando”

Era la primera huelga general de trabajadores en el país, la lucha general por el alza de salarios, el combate por la defensa de las 8 horas de trabajo, la respuesta del pueblo contra el hambre, el repudio a la explotación y la política de la oligarquía, la huelga general por una nueva vida.

Relato y poesía tomados de la Cantata al 15 de Noviembre de 1922, realizada por el entonces Centro de Arte Nacional en la década de 1980 fundado por el poeta revolucionario Rafael Larrea.

Unión de Artistas Populares del Ecuador. UNAPE