jueves, 2 de octubre de 2008

El triunfo inapelable del Sí

El autor del bocadillo "síndrome de Falcón", debe estar restregándose furioso en su asiento, como si padeciera de ladillas, frente a sus alumnos barceloneses, a quienes enseña con unción pelucona guayaca –"auténtica madera de guerrero nebotista"–, como se debe escribir creativamente sin caer o intentar dar coletazos marxistas que los acerquen al cholerío despreciable que acaba de votar en tierra firme ecuatoriana en proporción de un 64% a favor del SÍ, frente a un ecléctico 28% por el no. Y digo ecléctico por que la composición del no ha merecido sesudos estudios sociológicos que no terminan de acreditarle todo el mérito a las ideas puras y re-duras de la derecha decadente graficada en sus partidos políticos.

Muchos estudiosos coinciden en que de no haber sido por el auxilio de la cruz del Cristo del Consuelo guayaco que desfiló en solitario (al Cristo la muchedumbre no lo dejó salir) y de monseñor Toñito Arregui, no habrían obtenido ese 28% nacional y esa mínima diferencia en el puerto, que Nebot quiere hacer pasar como triunfo apoteósico.

En fin. Contrario a lo que se pueda pensar, no es tiempo de tenderles la mano a los perdedores, ellos jamás le tendieron la mano al pueblo cuando encumbrados en la sede de su poder, en el Palacio de Carondelet en Quito, tomaron las más crueles medidas económicas que hundieron en un sub-mundo de alucinante desesperación a los trabajadores y en cambio ellos ostentaron todo su lujo-urioso modo de acumulación capitalista.

Se perdonaron sus deudas e hicieron que las pague el Estado; cuando el pueblo protestó por las alzas de los pasajes y las gasolinas mandaron a dar bala sin temor de sus dioses; el partido político del alcalde más pelucón del Ecuador es el responsable de haber desaparecido a profesores y poetas cuando desgobernaba; lo mismo y luego más, hizo el partido naranja; replicó luego Bucaram y Mahuad para insistir finalmente Gutiérrez, estos tres últimos, como los tres chiflados, fueron merecidamente derrocados.Todos ellos, en su extraviada borrachera de poder impulsaron la enajenación, el quemeimportismo, la ausencia de toda preocupación por los asuntos de la patria, por que ellos y solo ellos eran los llamados a entenderlos y solucionarlos; a su favor...siempre a su favor.

De esto nada dice el autor del bocadillo editado por Paraiso editores, nuestro cómodo profesor barcelonés, y digo barcelonés por que en realidad este señor ya está desconectado de lo que es hoy el Ecuador y bien hace en escribir allá, para el más allá; no se me malentienda; o sea para más allá de todo interés en lo terrenal-real y no ficticio, en donde él pretende ubicarse para atacar a los que se sitúan en lo real, que no hacen otra cosa que dar "coletazos marxistas" en donde ya él quisiera que el postmodernismo braceara descaradamente con sus alzadas de hombro y sus cinicidades.

Pues nada. No son coletazos los que están dando los marxistas. Son verdaderas irrupciones en el "sacrosanto panteón de los dioses de la postmodernidad", para expulsarlos de esta verde altiplanicie que es América Latina. Sí por que no es solo Ecuador. Que habrá bien los ojos aquel que mira desde el otro lado del charco, miope el pobre, que no ve que lo que está en juego no es su pobre manera de ver nuestra realidad, que en realidad es inmensamente rica, tanto que ni nosotros que pretendemos estar tan cerca de ella logramos asirla y crear originalmente a partir de ella, en esto somos sinceros. Y que diablos cargamos en nuestros hombros este bulto, valientemente como Falcón, pero para deshacernos de el. Para nunca más volver a el. Sí en cambio para volver a los viejos-nuevos espacios de los reencuentros en espiral, novedosamente nuevos pero ya conocidos.

El Sí ha ganado y este triunfo es incontestable, excepto por los “caretucos” que habiendo perdido se proclaman ganadores y lo digo como manaba, en donde también así conocemos a aquellos que no se ruborizan cuando le echan en cara al otro, la acusación de padecer de un síndrome despreciable, cuando no se dan cuenta ellos mismos que ya están como para destinarlos a los depósitos de los lixiviados, por que no se es necesario cumplir tantos años como para darse cuenta de que las palabras surgen caducas, a destiempo, todas teñidas de un amargo sabor a esas bolitas blancas que las abuelas utilizaban para combatir las polillas.

Sí, salud y larga vida para todos los que le posibilitan a esta patria renacer de sus detritus, que lo sepan allende los mares. Aquí nadie padece de ningún síndrome, todos padecemos de lucidez que solo es dada a aquellos que son capaces de presentir la esperanza para demoler todos los síndromes.

Por Julio C. Enríquez C.