viernes, 30 de septiembre de 2011

30-S 2010, HACE UN AÑO...


Rafael Correa el gran capitán del
socialismo pequeñoburgués*

Dado los últimos acontecimientos es necesario actualizar el debate de la caracterización del régimen de gobierno de Rafael Correa para comprender hacia donde avanza el ejercicio del poder de lo que se ha autodenominado la “revolución ciudadana”. Una falsa “revolución” que se rotula “izquierdista” y que mantiene soñando en el limbo a muchos que confiaron en la posibilidad de que Correa se decantara por un proyecto político de cambio a favor de los pueblos y entierre las huellas del paso del neoliberalismo en toda la sociedad ecuatoriana. Pero en realidad se circunscribe a un proceso de reinstitucionalización del Estado capitalista en crisis, relanzándolo para alcanzar otro nivel de recomposición, contribuyendo al objetivo burgues-imperial, luego de más de 30 años de desastrosos gobiernos neoliberales. He aquí algunos de los hechos más relevantes de su evolución conservadora:

Primero. La proyección en elecciones de una imagen de “outsider” contra “partidocracia”, que en realidad fue la emergencia de la pequeña burguesía en confrontación con la gran burguesía, con un programa de gobierno nacionalista y patriótico por el que muchos votaron, pero al final está mostrando sus límites, que no son otros, que la reingeniería jurídico-político-administrativo del aparato estatal burgués.

Segundo. Aprovechar el desmoronamiento económico-social-político e institucional del capitalismo neoliberal para convocar a una Asamblea Constituyente como primer paso de una neo reinstitucionalización jurídico-política, aprobando una nueva Constitución y Leyes Orgánicas que la complementen (estamos justo en medio de este momento y es la razón de tanto reclamo).

Tercero. Encontrar un camino de desarrollo económico acorde con ese nuevo orden institucionalista, derivado de una estrategia global de recuperación del capitalismo con fisonomía de avanzada; todo esto acompañado de un fuerte gasto social en forma de subsidios especialmente a los más pobres, que, por un lado, desarrolle base social de apoyo al régimen que se materialice en organización y militancia y por otro que neutralice y desmovilice toda capacidad crítica y de movilización en contra de las Leyes Orgánicas, que afectan a numerosos sectores sociales como; indígenas, universidad ecuatoriana, magisterio, estudiantes universitarios, comunicadores sociales (los grandes medios se oponen en función de sus estrechos intereses), servidores públicos, policías y militares de tropa, pequeños mineros, entre otros. Que se han movilizado haciendo conocer al gobierno, razones de fondo para su inconformidad.

Cuarto. Una ofensiva ideológica patriotera con cierta retórica progresista y “logros” de la “revolución ciudadana” a través de una atosigante campaña propagándístico-publicitaria, en la que se ha gastado millones de dólares, beneficiando a ciertos medios propiedad de determinados grupos económicos o a personas cercanas a Rafael Correa.

Quinto. Generar un ambiente de sumisión y aceptación social al supuesto “socialismo” de Correa, mostrando a un gobierno aparentemente sólido, con fuerte respaldo de los legalmente armados y con apoyo internacional. Todo aquel que disienta o critique, se lo rechaza conminándolo a candidatizarse y ganar las elecciones en un claro alarde de soberbia y prepotencia, como en su tiempo lo hacía León Febrescordero. En realidad la lucha y resistencia popular en el Ecuador, en contra del conservadurismo de Correa, es señalada como simples actos de terrorismo y el gobierno ha llegado al extremo de encarcelar a gente en la calle solo por faltar el respeto “a la majestad del poder investido al Presidente”. El de Correa es el único gobierno de América Latina que mantiene en la cárcel a un preso político, en complicidad con el rector de la Universidad Central; se trata del joven dirigente estudiantil universitario de izquierda, Marcelo Rivera, acusado ilegalmente de “terrorismo”.

Clase media y tecnocracia pro capitalista

Rafael Correa cobra notoriedad política derivada de sus constantes charlas y conferencias en las que aparecía como un radical opositor de la dolarización y predecía que si no se encontraba una salida organizada a este modelo económico el desastre sería inevitable, en ese periplo se encontró con Alberto Acosta. Dado esto lo llamaron a colaborar como Ministro de Economía del gobierno interino de Alfredo Palacio. Sus bonos se elevaron.

Las elecciones del 2007 estaban cerca y fue llamado por un grupo de intelectuales clase media como él para representarlos. Hasta ese momento Rafael Correa no era mas que un profesor de una universidad privada de la elite quiteña y un ex ministro eficiente.

Este grupo de intelectuales identificó el momento político de ese entonces como el más propicio, para desde su óptica realizar cambios –a la europea–, sin romper con el sistema capitalista. Con un jugoso presupuesto en la campaña electoral, y con cierta dosis de desparpajo y creatividad, confrontaron directamente con los candidatos de la continuidad neoliberal, la “partidocracia” así ganaron las elecciones. Correa pasó de ser un profesor con cierta pedagogía a un presidente inmoderado, confrontador, terco y sobredimensionado de si mismo, lo que le ha valido el distanciamiento de muchos que estuvieron inicialmente a su lado, como Alberto Acosta, Fander Falconí, Gustavo Larrea y muchos sectores sociales que creyeron en su propuesta; movimiento indígena, magisterio, estudiantes secundarios y universitarios, sectores populares y el PCMLE, todos ellos llamaron a votar por Correa y por su propuesta que interpretaba –en ese entonces–, el anhelo de cambio del pueblo ecuatoriano.

Logrado su ascenso al poder, Correa devino en un hombre de difícil acceso, autárquico y soberbiamente autosuficiente en lo político, con un “estilo” de grosero desprecio al criterio ajeno, aún proviniendo de quienes le apoyaban, nunca buscó el diálogo con las razones de los sectores sociales que disentían con su criterio de gobierno. Privilegió el contacto con las elites y los empresarios. Muchos de los puntos que prometió se quedaron en el camino, como el desmantelamiento del neoliberalismo en materia de derechos y remuneraciones a los trabajadores y más bien de manera discreta se fue alejando de los sectores sindicales; igual cosa pasó con los indígenas y también en un proceso se fue distanciando de las personalidades y grupos políticos organizados que lo apoyaron; el Correa clerical, conservador y neoinstitucionalista apareció de manera franca.

Correa acuñó las ideas de la “meritocracia” y el “eficientismo” al tiempo que arrebataba toda la fraseología y reivindicaciones de la izquierda para situarse como el dirigente máximo de la “tendencia de cambio”. Todas las dimensiones de la administración del Estado capitalista de “nuevo tipo” que él estaba inspirando fueron llevados adelante con estas premisas, tanto impactó sus pretendidas políticas de corte patriótico, nacionalistas y sociales que cosechó “correistas” en los más insospechados rincones. Hasta ese momento había mucha expectativa social, todo se le toleraba, en espera de rectificaciones.

No hubo un análisis de clase, para comprender la dirección, alcances y límites de la gestión del gobierno de Correa y diseñar políticas pertinentes de cara a demostrar ante las masas que de este como de otros gobiernos burgueses no había mucho que esperar. El análisis generalista de la tendencia de cambio en la que supuestamente Correa capitaneaba, y de unos posibles escenarios de izquierdización o derechización, generó un todo opaco que ocultó la emergencia de una propuesta y subjetividad de la clase social a la que pertenece Correa y la tecnocracia que lo acompaña, clase, liderada eso sí, de manera indiscutible por Correa.

Viene al caso la siguiente cita: “Los estamentos medios –el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino–, todos ellos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales estamentos medios. No son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Mas todavía, son reaccionarios, ya que pretenden volver atrás la rueda de la Historia”. (Manifiesto del P. Comunista: O. Esc., en tres tomos, pag. 120)

En los hechos Correa asume la continuidad de la revolución liberal alfarista, pero en las condiciones particulares de la era posneoliberal, no de manera gratuita, la figura y pensamiento de Eloy Alfaro y Montecristi, forman parte del imaginario de la “revolución ciudadana”; esto corresponde de manera coherente a una clase social –la pequeña burguesía–, que emergió silenciosamente a la realidad política del Ecuador en medio de las jornadas de derrocamientos de los tres presidentes. Asqueada de la corrupción neoliberal y sin que ella le beneficiara, proclamaba en la Av. De los Shyris y en horario fuera de oficina “que se vayan todos”, esta consigna lidera y recoge el anhelo pequeño burgués del reflotamiento de la patria capitalista y Correa responde coherentemente con ese ahelo, desde el neoinstitucionalismo oficial. Pero está demostrado que el presidente y la tecnocracia que lo acompaña, de izquierda, no saben otra cosa que balbucear y muy mal la canción del Che.

Sí, Correa en realidad capitanea y es lider indiscutible de la pequeño burguesía y de la tecnocracia en el poder del Estado. Este ex profesor ha sido muy hábil al reclutar a una tecnocracia pro capitalista, que no tenía otro futuro que emigrar; la juventud MSc., y los cuadros PhD que forman el gobierno es garantía de éxito de la reingeniería institucional del capitalismo en el Ecuador. Hasta allí llega el discurso progresista de Correa. De allí en adelante la clase social que lidera Correa (tan característico en ella) se vuelve en contra y combatirá contra quienes lideran verdaderamente el cambio radical; la izquierda, el movimiento indígena y los sectores populares organizados se vuelven blanco de sus ataques. También los remanentes antiguos y rancios de la derecha tienen un ultimátum, o se alinean mediante acuerdos o alianzas o son excluidos de los principales nichos de acumulación de capital, Correa ha logrado someterlos, ellos a la final no pierden, al contario saldrán ganando; tendrán un capitalismo funcional a un nuevo nivel de acumulación. Correa se alza entonces como el gran emperador del centro político, su lucha es contra la extrema izquierda (calificados de garroteros y violentistas) y los “pelucones” de la “partidocracia”, una posición edulcorada por una fraseología populachera de “amor infinito por la patria”, que en verdad hace más fácil ocultar el objetivo de favorecer a las fortunas y nuevos ricos que lo acompañan. En el capitalismo, –en ningún lugar del mundo–, ningún gobierno sobrevive si no cuenta con el respaldo de los poderosos.
 
Nuevos vientos soplan en América Latina, sin duda, pero son los vientos característicos de la restitución pequeño burguesa, en las condiciones actuales del capitalismo en crisis, a esta propuesta llamada “revolucionaria” y “ciudadana” también la llaman pomposa como perniciosamente “socialismo del siglo xxi”, cosa que el imperialismo tolera y alienta con todo entusiasmo, golpeando de paso, con una copiosa propaganda, la propuesta y avance del socialismo y la revolución.

Correa se derechiza

No, Correa no se derechizó, no es que venga de posiciones de izquierda y haya involucionado, siempre ocupó ese espacio político derechista, su formación económica procapitalista, matizada por su ideología clerical, hacen que primero no entienda y luego repudie profundamente al socialismo que niega y entierra al capitalismo. Tan solo utilizó un discurso patriotero acorde con su campaña anti “partidocracia”; canceló el entreguismo proimperialista irritante de la derecha más recalcitrante para ganarse la simpatía del electorado de izquierda y ahora sin ningún rubor lleva adelante la política del yunque y martillo, involucrando peligrosamente al Ecuador en el conflicto interno colombiano; llevó más lejos una política burguesa de subsidios y ahora diseña leyes orgánicas, complementarias a la Constitución, para entregarle a los grupos económicos que emergen con este gobierno, la posibilidad de inaugurar un nuevo momento en el proceso de acumulación y concentración del capital y por otro lado ordenar el proceso administrativo del aparato estatal burgués para eficientarlo de cara al objetivo anterior. “La condición esencial de la existencia y de la dominación de la clase burguesa es la acumulación de la riqueza en manos particulares, la formación y el acrecentamiento del capital”. (Op. cit)

Correa está manchado de sangre

Los hechos de este 30 de septiembre de 2010 es síntoma de que muchos sectores sociales –afectados por las leyes de corte funcional capitalista y de claro tinte anti popular que Correa hará aprobar en la Asamblea Nacional–, están dispuestos al combate. Aún cuando de manera a priori, se pueda sospechar que cierta facción burguesa estaría detrás de intentos golpistas. En efecto, este 30 de septiembre, cierto grupo de policías, se insubordinaron reclamando por beneficios, que este gobierno mediante la nueva Ley de Servicio Público, les conculcaba. Correa llegó al sitio en donde los policías reclamaban, se expuso a vejámenes y en medio de ese clima de exaltación finalmente lo retuvieron por algo más de 10 horas, sintiéndose acorralado, pero con una visión de enfrentamiento y antagonismo redículos –tan característico en él–, llamó a que lo maten, para mas tarde en la noche, aprobar  el desbordado como trágico operativo de rescate cuyo desenlace todo el mundo conoce.

Sin embargo durante estos días Rafael Correa ha salido en espacios de medios públicos (ahora abiertamente gubernamenales) la cadena de los sábados y muchas entrevistas, para hacer creer a todos los ecuatorianos, que no fue su torpe decisión de ir a la boca del lobo lo que precipitó los macabros incidentes, si no un plan secreto de golpe de Estado y criminales intenciones de asesinarlo. Si el golpe hubiera estado planeado, allí en el hospital policial, los supuestos golpistas lo hubieran rápidamente llevado a otro sitio y exigido desde allí el poder, a cambio de su vida. Y así mismo hubieran procedido, con suma facilidad, si de asesinarlo se hubiera tratado. Nada de eso pasó, en cambio Correa actuó de manera torpe y precipitada, al dar la orden de que lo rescaten y tal parece con la consigna de hacerlo cueste lo que cueste. Correa está conciente de que no eran si no, 180 policías, pudo esperar –previendo lo peor–, hasta la madrugada y contar a favor con el elemento sorpresa, en fin, tantas otras salidas a esa crisis, inclusive el diálogo; esta vez todo el mundo pudo conocer en vivo, la prepotencia de Correa que decía “de aquí me sacan como cadáver pero yo no voy a negociar nada”. Este es el torpe y temerario Rafael Correa que gobierna el Ecuador. 

Correa es el único responsable de los 6 muertos hasta ahora y los más de 193 heridos de la noche del rescate de la falsa “revolución ciudadana”; una “revolución” en donde la “ciudadanía” no participa, no decide, no critica, solo recibe ciertas migajas en forma de subsidios y de políticas sociales que son cosa corriente en EE.UU., Europa y otros países de capitalismo avanzado, que se pretende en Ecuador hacerlos pasar como radicales muestras del “socialismo del siglo XXI” (en realidad socialismo pequeño burgués) Estos beneficios sociales se mantendrán mientras se mantengan los altos precios del petróleo y sirven actualmente para mantener cierta razonable gobernabilidad dentro del capitalismo de Correa, mientras los nuevos grupos económicos y los imperialismos  (EE.UU., Chino, Europeo) se disputan a dentelladas nuestra riqueza.

La confrontación social se eleva,                                           la unidad indígena-popular apremia

En el Ecuador estamos en medio de la aprobación de Leyes cruciales para el devenir del proyecto político de Rafael Correa y de la consolidación de su clase social en transición hacia la conquista de la cima de la pirámide de la dominación política.

El ascenso de la lucha y la confrontación social es inevitable. Las leyes de Correa van en la dirección de reflotar la pútrida institucionalidad burguesa. Correa nunca capitaneó la corriente y el anhelo de cambio del pueblo ecuatoriano, es un hombre de confianza de la libre empresa. Dada su extracción de clase pequeño burguesa, su gobierno es tan solo expresión de los intereses estrechos de esa clase social ambivalente y conservadora.

El anhelo de cambio del pueblo ecuatoriano subsiste, pero todavía las masas ilusoriamente se identifican con Correa y su “capitalismo del siglo xxi”, como sinónimo del verdadero cambio. Los pueblos –especialmente los indígenas–, deben aprender a identificar los cristales de colores en forma de dádivas, que son concesiones presupuestarias inmediatistas del gobierno, mientras sacrifican o represan su verdadera emancipación, deben ante todo trabajar tesonera y sinceramente por la unidad indígena-popular, ese es el camino para decidir una nueva forma de vivir en el Ecuador.

En un proceso, poco a poco, los explotados y oprimidos del ecuador, no verán variar mucho sus condiciones de existencia en este gobierno; los subsidios y la gran maquinaria propagandístico-publicitaria oficial, solo son paliativos y meros espejismos para ocultar el gran plan jurídico-institucional de expoliación en marcha. Los pueblos y especialmente la juventud se levantarán nuevamente, en busca de su definitiva emancipación, que entierre para siempre este oprobioso sistema capitalista y ciertas mentiras enmascaradas como “revolucionarias”.

(Por Julio C. Enríquez C.)
*Texto aparecido en este blog el 5 de octubre de 2010