sábado, 23 de julio de 2011

Estupefacción y furia

Estupor, un sucedáneo de estupefacción, es posiblemente también el estado en el que se encuentran quienes no alcanzan a explicarse las razones de la bronca entre Rafael Correa y los dueños y columnista del diario El universo.

En realidad este gobierno se plantea una bronca simultánea en dos direcciones; hacia arriba, para disciplinar a los grupos económicos con visiones de una economía de libre mercado sin regulación (neoliberalismo a ultranza) reacios a entrar en las nuevas reglas de juego del neoinstitucionalismo económico; y, hacia abajo, para hacer caer todo el peso de la ley a las acciones de resistencia de los sectores sociales, populares e indígenas organizados y de sectores de izquierda con visiones emancipadoras, que pongan en peligro el proceso de regulación institucional que lleva adelante Rafael Correa, orientado a optimizar al mercado. O visto de otro modo, subordinar a la sociedad al nuevo modo eficientista de ver el mercado, desde la perspectiva reguladora del neoinstitucionalismo.

Para los de arriba, los “pelucones” (como llama Correa a los tradicionales grupos económicos) son los marcos regulatorios jurídicos para la inversión, la tributación, los salarios y la presencia de un Estado casi omnipresente que les asusta y no comprenden y para los de abajo, subsidios clientelares calculados como necesarios costos de transacción hacia el cambio neoinstitucional “profundo, rápido e irreversible” y la criminalización de la resistencia, protesta y lucha popular.

El gobierno de Correa ocupa así una posición que a cualquiera confunde. Dolosamente se reivindica como “una nueva izquierda”; el retorno de la presencia del Estado confunde a tantos que incluso lo identifican indistintamente como neokeynesiano o neodesarrollista. Nada más alejado de la verdad. Correa encarna el más ambicioso, pulcro y epistemológicamente fundamentado proyecto de reconstitución del capitalismo en América Latina, disfrazado de un progresismo que no existió nunca en su cabeza.

El asedio y ofensiva del gobierno a la antigua institucionalidad, entre ellas la mediática es condición fundamental para lograr el cambio cultural (nuevos valores pro mercado) que allanen las resistencias calculadas a la propuesta neoinstitucional. Mientras eso sucedía, el gobierno creó una nueva institucionalidad mediática. Los medios públicos. Y se sirvió también de los medios incautados para generar todo un arsenal de combate en contra del “estado de opinión” que los medios informativos tradicionales representaban, en detrimento de otro objetivo a alcanzar, el Estado de Derecho, esto explica la audaz jugada de la “metida de mano a la justicia”, una justicia aún en manos de jueces que responden al antiguo entramado institucional de la “partidocracia”.

Los jueces que vendrán serán jóvenes con masterados, PhD, en suma tecnócratas, tan adecuados a la visión neoinstitucional. Capaces inclusive de, en tiempo record y en coordinación con el gobierno, dar golpes tan certeros como la condena descomunal al columnista y dueños del diario El Universo de Guayaquil.

“Comúnmente se considera capital institucional al conjunto de reglas formales con las que se organiza y coordina una sociedad (…) Un ejemplo claro de aquello son las leyes y el sistema de justicia, y, en general, lo que podemos entender como el Estado de Derecho, esto es, la supremacía de la ley. Un adecuado capital institucional obviamente tiene implicaciones en todos los aspectos de la vida social y de los derechos individuales.” (Correa 2009, 193-194)

Cuando las condiciones de movilización política no pasan de calenturientas arengas de fin de semana y los tecnócratas e intelectuales que trabajan por un salario en los principales puestos de dirección del Estado, no están dispuestos a liderar una real movilización y participación de la gente (ciudadanos como ellos los llaman) Correa hecha mano de su cada vez más menguado liderazgo; “Buenos líderes pueden ser fundamentales para suplir la ausencia de capital social, institucional y cultural (…)” asevera Correa, de ahí deviene su autoritarismo. Por eso –de ese liderazgo autoritario–, nos podemos explicar los chantajes a sus propios asambleístas de plantarles una revocatoria del mandato aunque él mismo tenga que ir a las provincias de origen de esos asambleístas para recoger las firmas para mandarlos a sus casas.

He ahí las trascendentes cosas de las que hasta se puede ocupar el “buen líder” en ausencia de “capital social, institucional y cultural”. 

Por el momento, la bronca entre el gobierno y diario El Universo es la reedición del conflicto de un líder (menguante) con fuentes –como lo fue en su momento Teleamazonas o el libro El Gran Hermano–, que provocan en la concepción neoinstitucional de ese líder, asimetrías indeseables de información, culturales y de poder y eso, para el proyecto que encarna Correa, es naturalmente intolerable. Dicho de otro modo, es una bronca allá, entre pelucones, que sin lugar a dudas busca generar un estado de autocensura e incertidumbre general. No le corresponde al pueblo ecuatoriano solidarizarse con ningún bando, sino organizarse para defenderse y reclamar por sus propios derechos.

La libertad de expresión que los sectores populares e indígenas deben ejercer, siempre estará por fuera de las instituciones que aparentan garantizarla. La libertad de expresión para los explotados se la ejerce en las calles, en los medios informativos populares, comunales y alternativos a los grandes medios.

Estamos ante una lección viva del carácter que tiene la libertad y los derechos en general y la libertad de expresión en particular en el marco de la institucionalidad capitalista. Solo se le será reconocida en tanto el sujeto posea los suficientes recursos para defenderla ante los tribunales. Estamos así, ante la brutal asimetría de derechos que caracteriza a esta sociedad. Todas la libertades y derechos para los que se ubican a la sombra de las clases dominantes y la ausencia casi total para los que critican esta situación inaceptable y los que luchan por una sociedad libre de explotación.

El nuevo periodismo, los medios comunales, alternativos y populares, tienen que seguir denunciando con valentía las irregularidades y corrupción, tienen que seguir esforzándose por aclarar y educar al pueblo sobre los más delicados temas, nunca deberán flaquear en la búsqueda incesante de la verdad emancipadora.

Pero si me preguntan por mi estado de ánimo, frente al desmesurado y abusivo comportamiento de Rafael Correa en su demanda y con relación a la sentencia del juez, de verdad que mi estado no es de estupefacción.

Julio C. Enríquez Cevallos
Quito, 22 de julio de 2011

martes, 19 de julio de 2011

El gobierno de Correa y la Ley de Comunicación

                                                                      II Parte
Al Gobierno de Rafael Correa lo han intentado definir como un gobierno “neodesarrollista”, “populista de izquierda”, “socialdemócrata”, de “tipo fascista”, y otros calificativos y epítetos de diversa naturaleza. Todo esto lo que hace es enturbiar las aguas y en este ambiente, Correa se desenvuelve con mas soltura que un pez. Nada mejor para el régimen actual que los ecuatorianos sigamos ignorando que ideas son las que sustentan la acción de este gobierno.
La aplicación del neoliberalismo para América Latina significó en economía y política, la aplicación de “Reformas de Primera Generación” (RPG)
Las reformas de primera generación tuvieron como objetivo central encoger al Estado, no necesariamente mejorarlo. Menos Estado no significaba comprimir su estructura y dotación por un simple afán racionalizador, sino porque ese aparato desarrollaba funciones y actividades que en el nuevo contexto ideológico pasaron a ser consideradas como ilegitimas [Oszlak 1999, 85).
Se hicieron toda clase de recortes al presupuesto de la educación, salud, se redujo personal administrativo (compras de renuncias) se impulsaron las privatizaciones y a la protesta popular se la reprimió brutalmente. Pero el neoliberalismo fracasó.
El capitalismo es un sistema que necesita reestructurarse constantemente, dadas sus crisis cíclicas y el agotamiento coyuntural del modelo de acumulación de capital. Y con ello emergió de los sótanos de la economía pro capitalista, todo un nuevo repertorio de medidas para salvarlo, pensadas al amparo del Banco Mundial especialmente de su informe de 1997. A esto se llama comúnmente las “Reformas de Segunda Generación” (RSG).
Las RSG han representado una revitalización del papel del aparato público en los asuntos del desarrollo económico, minimizado en la primera etapa de reformas (RPG) pero ahora rescatado bajo la tesis de que la creación de una serie de dispositivos institucionales públicos les posibilita a los agentes privados operar con un margen de menor incertidumbre, argumento que forma parte del llamado “nuevo institucionalismo” o “neoinstitucionalismo” orientación teórica que domina el pensamiento económico contemporáneo. (García Chourio 2003, 12)

Al capitalismo le preocupa ante todo la eficiencia del proceso de acumulación de capital. Las políticas colaterales de paliativos al problema de la pobreza solo tienen por objetivo evitar insurgencias populares o nuevos levantamientos indígenas, ahora incluso se contempla en el aspecto judicial, medidas de carácter legal que criminaliza la protesta social.

El engaño viene de la consigna “Ecuador un país de propietarios” ¿A quién no le seduce esta posibilidad? Pero con ello viene también aparejada la conformidad política y la predisposición a un nuevo modo de dominación ideológica. Yo me convierto en nuevo propietario (de una salchipapería, de un puesto de pincho rodante o soy una reparadora de ropa en la calle,etc.) y con ello el Estado neoinstitucional formaliza los modos precarios de producción y trabajo, generando la ilusión de una sociedad autogestionada, pero conforme. La pobreza ya no es una amenaza, los pobres son un puntal del capitalismo se sacrifican por él trabajando sin cesar, sin posibilidad de reflexionar que otro mundo sin explotación es posible ¿Que me importa a mi el resto si ya soy propietario? Correa demuestra así, que él sí sabe hacer, que le tengan no más “confianza”…sus políticas de “inclusión neoinstitucionales” –la cara opuesta de la exclusión neoliberal–, le hace ser el “más querido” ¿o no?

La autoimpuesta necesidad del gobierno de contar con una Ley de Comunicación, parte del hecho de que los banqueros corruptos controlaban los grandes medios de información pública. Esto es un hecho normal en todos los países capitalistas del mundo. Existe una conexión invisible y a veces muy visible entre mundo financiero y mundo comunicacional. ¿A quien beneficia esto? Al capitalismo. Por que es a través de los medios informativos que se legitima la guerra, la agresión a los pueblos, su enajenación (crónica roja) y la criminalización de la protesta social.

Correa le plantea al pueblo ecuatoriano “liberar” a los medios del control del capital financiero. Pero al mismo tiempo propone toda una regulación legal propicia para el impulso de su nuevo modelo de dominación ideológica. Por eso reclama la presencia de un delegado del Ejecutivo en el Consejo de Regulación de Medios y la Comunicación. El control de contenidos en medios como la TV, es deseable, en tanto protege a la niñez y juventud del constante bombardeo y agresión de toda clase de mensajes publicitarios, de una pobre y sexista programación y de unos noticiarios sustentados en la crónica roja. Los que se oponen al control de contenidos y que hablan a través de tipos como Omar Rincón, no hacen sino reflejar su idea de libre concurrencia económica  y ultraliberalismo ideológico.

Correa trabaja en tres planos intangibles; el “capital social”, el “capital institucional” y el “capital cultural”. La Ley de Comunicación se engatilla en este último intangible y para el Presidente de la República “Lograr un adecuado cambio cultural en un país es probablemente la contribución más importante a la democracia, al Estado de derecho, al capital institucional formal (…)” (Correa 2009; 195)

En otras palabras, acusar a Correa de querer controlar los medios privados para convertirse en dictador es no entender sus verdaderos alcances ideológicos y políticos. La Ley de Comunicación es un medio de disciplinamiento social. Los medios públicos e incautados, son factores que están llamados a corregir la asimetría de dominación ideológica hoy todavía favorable a los grandes grupos económicos dominantes, contrarios a los que representa Correa. Con la Ley a expedirse, los medios informativos públicos y los incautados trabajando a su favor, el Presidente espera que un nuevo período de dominación ideológica y política se inaugure, inclinando la balanza a favor de nuevos grupos económicos, dando lugar a un nuevo ciclo exitoso de consolidación del capitalismo.

Julio C. Enríquez Cevallos
Quito, 15 de julio de 2010