lunes, 4 de enero de 2010

De la mesocracia al socialismo















La vida del bípedo avaro.

La vida y el mundo caminan por rotas sendas. Desde la perspectiva humana, en sociedades escindidas entre poderosos y desarrapados, las “necesidades” sociales de un pequeñín y caprichosos bípedo deben ser satisfechas sin importar el costo para el mundo y para la vida que alberga muy aparte de nosotros. En este sistema de derroche y despojo, de exclusión, opresión y mezquindad, este avaro y agiotista bípedo tiene contra la pared al planeta y que cosa más increíble; esta criatura tan insignificante, ubicada a escala en el cosmos inmediato, es capaz de arrasar todo a su paso en su soberbio y aparente camino “civilizatorio”.

Así, el ser humano y su actual orden social ha escogido el camino del inevitable choque con la naturaleza. Pero esta viene transitando por un camino que el ser humano en algún momento conoció y ahora ha olvidado trágicamente. Determinados humanos ubicados en la cima del mundo, lo dirigen en función de hacer realidad sus propios objetivos y estos, que tienen esta posición de dominadores, son tan solo unos pocos, frente a la abrumadora presencia de seis mil millones de seres humanos repartidos por todos los confines del globo.

El silencio de los culpables

Nadie dice nada, ni se alzan como antaño esperanzados hacia revoluciones sociales, por que estos bípedos dominantes han convencido a la mayoría de que es deseable y hasta posible para la mayoría lograr una buena ubicación dentro de esa sociedad enrevesada del capital que oprime al trabajo. Predican que es necesario dedicar talentos y energías en lograr un cómodo y justo medio; ni tan abajo, ni tan arriba. Eso, ahí, a salvo. En realidad desde esa posición uno se da cuenta que subir no se puede más, entonces las energías las dedica a evitar caer demasiado cerca de la situación que ocuparon sus padres, esos miserables obreros que con el sacrificio de sus vidas lograron que sus hijos o tan solo unos de ellos ascienda (trepe y se sostenga) socialmente.

Este bípedo ya vivió las privaciones de los de abajo; del “desequilibrio” social; conoció de las privaciones en su niñez y lucha despiadadamente por mantenerse a flote allí, en el inestable mundo de la clase media, ese mundo de la seguridad, del falso prestigio, de la adulación humillante y de la mortal perpetuidad de lo establecido.

Este año termina y otro ciclo de tiempo de esta misma magnitud comienza y ojala sea el periodo que aprovechemos para encontrar el camino por donde transita la creadora de todo, la naturaleza. Es tiempo de volcarse con toda seguridad y sin ningún temor al esfuerzo de cambiarlo todo, aunque en el camino perdamos el tibio lugar y dudoso honor de estar a salvo entre las clases medias.

Largo ha sido el camino del ser humano en su transito de humanización. Pero los que se reclaman más civilizados, cometen atrocidades en nombre de la civilización que ningún pueblo considerado atrasado y dependiente se atrevería. El verdadero camino es el de superar el actual estado civilizatorio capitalista que ya no nos conduce a ningún otro sitio que no sea el autoaniquilamiento y el de las otras especies. Necesitamos con urgencia volver a comunicarnos con nuestro entorno, con en el planeta y con urgencia también debemos avanzar a un nuevo estadio civilizatorio de humanidad, que nos devuelva al camino de la vida es decir al conocimiento más alto para interactuar con otras vidas y quizá con otros mundos, ese estadio civilizatorio de humanidad, en mi humilde entender se llama socialismo, ese que nos permite romper con la idea de poseer y mas bien compartir y que nos permitirá alcanzar el ideal noble de que todo ser humano pertenezca a un solo pueblo y nación; la humanidad.

Luchemos por todo esto amigas y amigos.
Julio C. Enríquez C.