De manera hipócrita y sin entender la vida vivida por una pequeñita mujer indígena y para colmo comunista, la mayoría de medios informativos del Ecuador, dieron cuenta de la muerte de “Mama” Tránsito Amaguaña y a continuación largaban con una letanía cliché de lo que pasó en lo que fue la hacienda Pesillo (una hora y treinta min., de Quito) ese día de la muerte de la legendaria dirigente revolucionaria.
La estación de tv del banquero Fidel Egas y su fiel mastín Jorge Ortiz, temiendo perder raiting también presentaron una marchita reseña. Hubieran preferido no hacer comentarios acerca de la muerte de aquella india comunista, al viejo estilo de la televisión descaradamente manipuladora de la era previa a los derrocamientos presidenciales. Ahora manipulan con sus espacios para la “comunidad” para que la gente se olvide, de cuando descaradamente ocultaban a esa comunidad que como Tránsito salió un día valiente, desafiante y a pie, a exigir que el loco, el armonioso y el coronelito traidor se vayan y no vuelvan. Pero tu coronelito es bien caradura.
La muerte de Tránsito Amaguaña ocurre como un hecho en donde la vida se impone con una de sus partes. Y la muerte no la derrota, incluso según ella relata, en alguna oportunidad se le impuso y salió ilesa, cuando algún gobierno anticomunista intentó cegar su inmensa visión y perspectiva de dignificar la vida de sus semejantes en todo el Ecuador, cuando los grandes hacendados les trataban como infrahumanos, con perros, palo y hacial (vetas de cuero de vacuno) Ahí crece Tránsito pidiendo vía libre a su albedrío de humano altivo y guerrero.
Pacatos e insulsos los que cercenan las luchas indígenas de las insurrecciones, donde combatieron y dieron puño y daga a sus verdugos. Inútil aspiración esa de conciliar el actual pacifismo temeroso y pequeño burgués que tiene en la lucha pacifista de Gandhi su paradigma inconsecuente con la historia, (entendemos a Gandhi su cosmovisión y momento histórico) para que las luchas de los mayores y héroes indígenas aparezcan sin rastros de la necesaria rebeldía que hace que la historia avance.
Resulta inútil sumarse a ese gran corro de gentes que hablan hasta de la Tránsito Amaguaña comunista, pero sin entenderla y al mismo tiempo juzgando su causa, como pasada de moda e intemperante.
Queremos hablar de Tránsito Amaguaña igual como hemos hecho acerca de muchos hombres y mujeres que abrieron trochas con sus vidas el tránsito hacia otra sociedad. Nadie más en este planeta tiene la característica altruista del ser humano, que es el modo en que lo nuevo se encapsula y se activa en algún momento para generar los cambios, necesarios e inaplazables, por las vía que fueran necesarias. El altruismo tiene que enfrentar el egoísmo con que lo viejo se enmascara y se presenta como inmovilista y cobarde. Lo viejo está acomodado y ese acomodo es certeza de filete, ensalada y todo tipo de excesos, tal y como sucede en la vida apacible de los socios del Sr. Goldbaum.
Pero el discurso de lo establecido –lo viejo–, y el cotorreo de sus abyectos acólitos es aplastante, no hay lugar para la idea disidente, al futuro, para vaciarlo de todo peligro, se lo etiqueta como “socialismo del siglo XXI”.
El debate actual transcurre en cenáculos virtuales, llenos de académicos, especialistas y entendidos que discuten con minuciosidad erudita, como afinar el destemple consuetudinario de un sistema social que ya no tiene componte.
Ahí están ellos discutiendo sobre, democracia capitalista, “nuevo pacto social entre los actores”, excluir a los más revoltosos, reencauchar a elementos de la cultura como la televisión capitalista que está gangrenada por las cuñas comerciales en las franjas para niños. Sesudos simposios (¿al estilo romano?) sobre la crisis y de cómo convertir a todos los pobres en pequeños capitalistas y soñando con inocular la conciencia emprendedora de buenos empresarios en los sueños de los niños desde cuando son dignos de cuidado en los “Kinder Gardens”, cuando sus abnegadas madres les dan veinte y cinco centavos para chitos de maíz y con orgullo comentan que están enseñando a sus críos desde muy temprano el valor del dinero.
En todo esto se cagó encima Transito Amaguaña y todos los hombres y mujeres que dieron sus vidas por abrir el camino hacia la incertidumbre de una sociedad de igualdad, a la que hay que construir con lo que tengamos a nuestro alcance aquí, en el Ecuador y en todo lugar en donde una semilla de nuevo ser humano rebase el rancio envase de esta vida sin vida que es el capitalismo, sus espejismos, trampas y oropeles.
La vida de Tránsito, como las entregadas para que nosotros nos acerquemos un día al horizonte utópico de lo nuevo, es fertilidad rica que prende en el espíritu atento, transparente, mágico, sensible, valiente y soñador. Se muere en esos opacos envases asépticos que son las conciencias entrenadas para venir a este mundo a competir frente al prójimo en busca del éxito pasajero e inútil, como el pedo pestilente del burgués ahíto, que más allá caerá fulminado por un ataque al miocardio y dejará abierta la trocha para que sus descendientes repitan su camino sin obstáculos.
Tránsito es camino, Amaguaña me suena a casa calentita, llena de olores a cosas cocinadas de la tierra recién cosechada. No tengo duda, después de mi turno en esta vida lucha, nuestras ínfimas partículas, en algún lugar del universo, se encontrarán para darse un cálido abrazo. (Por Julio C. Enríquez C.)