lunes, 26 de octubre de 2009

Presidente, bienvenido a la política

Natalia Sierra, 07-10-2009


Resultado de más de una década de luchas y levantamientos indígenas-populares, que lograron expulsar a tres gobiernos consecutivos por intentar radicalizar el modelo económico neoliberal, involucrarnos en el Plan Colombia y entregar la soberanía nacional a los requerimientos geopolíticos del estado norteamericano, se abrió la crisis de la institución estatal y con ella la posibilidad de cambiar el destino de este país.

Momento político crucial para iniciar una transformación, tanto por el nivel de politización que había logrado la sociedad ecuatoriana, cuanto por el contexto regional favorable, debido a los procesos político-sociales que venían desplegándose en Venezuela y Bolivia, y de alguna manera en el resto del subcontinente.

Es en esta coyuntura que el economista Rafael Correa, en su calidad de Ministro de Economía del gobierno de Alfredo Palacio, aparece en la escena política nacional por su correcta posición frente al destino de las rentas petroleras. Sin embargo, esto no hace de él un dirigente político, pero sí una figura interesante para ser el candidato electoral de una alianza amplia de sectores de izquierda y centro izquierda (AP).

Se hicieron los juegos en el tablero político y Rafael Correa, con el apoyo de varias organizaciones y movimientos sociales logró, en la segunda vuelta, ganar la Presidencia de la República con un discurso que respondía al deseo de cambio de la población.

Pero esta circunstancia política de ninguna manera significa que sean el presidente Rafael Correa y Alianza País, a espaldas de las organizaciones sociales y menos a espaldas del movimiento indígena, los que puedan hacer una transformación social popular real.

Las transformaciones sociales son paridas por el pueblo, no por técnicos, profesionales o individuos aislados. Las transformaciones son un acto político, no un asunto de administración técnica.

Parece que al Presidente y a Alianza País se les olvidó quiénes y qué fue lo que hizo posible que ahora estén dirigiendo el Estado y parece que también se les olvidó que frente al poder económico de los viejos y nuevos grupos de poder burgués-oligárquico sólo se puede oponer el poder político del pueblo organizado, no una ciudadanía abstracta y despolitizada. Olvidó que puede costar mucho, no al Gobierno, sino a la historia política de este país.

Las oportunidades de cambio son milagros escasos que tienen tras de sí largos y difíciles procesos de lucha popular, como para que irresponsablemente sean abortados por la necedad del Presidente, la miopía política de ciertos “compañeros” de la izquierda -miembros de Alianza País- o por la ignorancia de algunos dirigentes del mismo movimiento.

Necedad, miopía o ignorancia política que ahora se estrella con la realidad profunda del Ecuador. Después de dos años de paciencia las organizaciones sociales y el movimiento indígena están recordando al Gobierno para quién y, sobre todo, con quién se tiene que gobernar si, como lo prometió en todos sus discursos, realmente quiere hacer cambios profundos en este país, es decir, caminar hacia el socialismo.

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