REVISTA
DIABLO HUMA
Centro de Arte Nacional
Junio 1981
Rafael Larrea*
El Movimiento Tzántzico fue eso, revolucionario, y sus contenidos no han caducado, sus grandes objetivos aún no han sido plenamente cumplidos. Entre las múltiples causas que motivaron su diáspora, probablemente, es en relación con la consecuencia, o no, frente a sus postulados que podremos encontrar la razón de la división de las aguas. Pero ni ello anula su valor real. Mi criterio personal es que éste se ha dinamizado y ha ingresado en otro estadio y tiempo. Por ello insisto en formular un nuevo Manifiesto Tzántzico:
MANIFIESTO
Nosotros, los de este lado de la raya, nos negamos a redactar el testamento que, tan acuciosamente, solicitan todos quienes anhelan un respiro de irresponsable tranquilidad.
Mientras estemos vivos, hablaremos. Y muertos, también. No hemos nacido para morir. No hemos remado sobre arenas movedizas, ni hemos desintegrado nuestro ser. No hemos bebido la luna de Li Po en vano.
Somos los gestores y partícipes, los responsables de los actos y las palabras, de los sueños, de la actitud y el pensamiento, los proponentes y los jornaleros, los poetas que damos testimonio.
Espartaco, el primero de los Tzántzicos, nos enseñó a erguir la espalda adolorida de todos los esclavos y a luchar por la dignidad del hombre.
Nuestra misión en la tierra es crear, no sobrevivir. Nuestra tarea es transformar.
No hay una sola dimensión del ser. Se es un instante y también el resto de la piedra. Cada cual es su propia sombra.
Los hombres somos tercos, porque somos realidad.
Seguiremos cuestionando la eternidad de las esfinges, arrebatándoles su sacrosanta justificación de la propiedad privada que mantiene en las huachimanas a los desposeídos y humillados.
La mañana es grande, más que la tarde, pero sólo la noche del creador recoge la dimensión del universo.
Muchos sentidos tiene la vida, algunos, como la memoria o la capacidad de valoración, son como los innominados cometas que, tras largas vueltas elípticas, retornan con sus colas maravillosamente iluminadas y nos sobrecogen de emoción desacostumbrada, sólo parecida a aquella primera vez que tomamos conciencia de la dimensidad del hombre, del futuro de la sociedad humana.
Asumimos el poder de lo irreverente, elemento vital de los poetas y los pueblos, sustancia de lo nuevo, manto protector contra las erosiones, fuente inagotable de potencia creadora.
No habrá jeques ni alfombrazgos si no hay poetas que se inclinen ante el rey de pacotilla.
Tras los diluvios y los sismos, este otro tiempo. Tras una etapa de crisis, otra más general y profunda, y así en adelante porque los factores que la generan son los mismos. Pero, son los otros, los opresores, los que están en crisis. Los poetas y los pueblos la resolverán a su favor cuando asuman las riendas de sus destinos.
Este otro tiempo exige respuestas. Debemos dárselas. Unámonos.
Siguen vigentes la palabra nueva, el hombre y el mundo nuevos.
*Conferencia dictada durante el encuentro “Cultura entre dos crisis”, Municipio de Quito, 1988.- Revista Diablo Huma, 1981 (segunda parte)