Ha muerto Mario Benedetti, en Uruguay, a los 88 años, como una velita que se apaga. Como mueren las conciencias tranquilas de los hombres que han contribuido a inflamar la conciencia de la juventud, de los pueblos.
A Benedetti le tocó vivir y escribir durante una parte de su vida enfrentando la represión de una de aquellas dictaduras militares que, por la fuerza, los Estados Unidos impusieron en América Latina: Una dictadura criminal que arremetió contra la lucha de la juventud estudiosa y la intelectualidad, contra los trabajadores, a punta de represión, cárcel, torturas, crímenes, frente a la cual elevó su voz de poeta, desde el exilio que lo salvó de la cárcel y de la muerte, poesía que llegó a los corazones de la juventud que, entre la lucha conspirativa, la pinta de paredes, las reuniones clandestinas, la elaboración y difusión de volantes: Impresos de fuego distribuidos con pasión por la juventud que se rebelaba contra los militares fascistas, logrando finalmente echarlos abajo, a pesar de que, muchos de aquellos jóvenes, en lo mejor de sus vidas fueron desaparecidos, asesinados, coartadas sus vidas que, en medio de sus acciones rebeldes, se besaban dándose un chasquido de luz y flama interna para alimentar sus vidas y seguir peleando: Muestra de que el amor militante de la juventud enciende más la vida y el combate revolucionario: Ese espíritu recogió Benedetti en sus poemas y cuentos: El de jóvenes cuyas vidas fueron segadas como flores cuando éstas empezaban a abrirse para buscar el sol, cuyos hermosura y vigor fueron recogidos fluida, tiernamente, por la sensible pero altiva poesía de Mario Benedetti: Resonancias que llegaron a los oídos y corazones, a las mentes sensibles y corajudas de aquellos y se regaron por América Latina y el mundo; cuentos cargados de ternura, sensibilidad y denuncia contra la represión que el imperialismo en vano ejerció a través de la dictadura militar para intentar detener la lucha por la libertad y la soberanía de Uruguay.
La poesía de Benedetti estaba en los labios y en la memoria de la juventud, la llevaban en sus mochilas, en sus bolsillos para leerlos mientras viajaban en el bus, o en el chispear de un instante durante el trajinar del día: Los leían con amor e interés muchachas y muchachos de Venezuela, Ecuador, Chile, Argentina y de su tierra amada: Los leía la clase media progresista, la intelectualidad democrática y llegaba a los hogares obreros y populares.
Armados de esa tradición de izquierda cantada por Benedetti, la juventud, los trabajadores y el pueblo uruguayo botaron a los militares del gobierno y abrieron surcos de cambio en esa tierra irreverente.
El poeta volvió a su patria y siguió pincelando la vida libertaria con sus versos, lo cual ha sido reconocido por su pueblo, por la juventud y la intelectualidad progresista, que, encabezada por Eduardo Galeano, lo acompañó durante el velatorio de sus restos mortales cumplidos emotivamente en el parlamento uruguayo como justo reconocimiento a su vida combatiente, a su pluma libertaria por la auténtica democracia para su tierra y para el pueblo uruguayo.
El poeta Benedetti ha muerto como suele morir la gente que da todo lo que su espíritu, su mente y su cuerpo, pueden dar para contribuir a la lucha por una vida distinta, por un mundo nuevo que se hace con todas las fuerzas, con todas las energías y pensamientos que se logre acumular para derrotar a nuestro mismo enemigo; con todos los sueños que, como los de Benedetti se alzan contra el imperialismo y las oligarquías.
Que la tierra fértil cubra tus restos poeta de las bienandanzas, de la irreverencia antimilitarista, de las esperanzas y sueños de emancipación para Uruguay y las tierras del llamado “nuevo mundo”, que seguimos bregando por el mundo nuevo, por el socialismo, con el concurso de hombres, de escritores y poetas como tú: Que tu cuerpo y mente, ahora yertos, germinen en la tierra que ahora te guarda y te cubre como semilla de libertad.
Por Antonio Guerrero Drouet