Por Diego Velasco Andrade*
La tierra sagrada que hoy llamamos Ecuador, tierra del paralelo ecuatorial, de Qui-to o tierra del centro o mejor del “Aqua d’or”: fértil territorio de las aguas áuricas, ha constituido desde tiempos ancestrales no solo lugar de encuentro para los pueblos y culturas andinas, amazónicas y del Pacífico, sino también para los pueblos de la misma Amaru-ka o “tierra de la serpiente sagrada”, aquel mágico continente que con su configuración física y sus cadenas volcánicas, representa el reptar simbólico de la serpiente Amaru y que hoy más que nunca, nos anuncia el retorno espiral del tiempo-espacio de volteo, el punto de inflexión de este nuevo espacio/tiempo Pacha.
Sí, porque el mítico “Reyno de Quito», en el necesario construir de identidades de Juan de Velasco en el siglo XVIII; de las “Tierras del Qui” para los visionarios esposos Costales a fines del siglo XX, o del “Reino de los colibríes”, en la bella acepción del poeta andino ecuatorial Carrera Andrade, siempre fue, ha sido es y será el asiento de una milenaria civilización, que hoy apenas comienza a ser develada…Y es en este nuevo tiempo, en este despertar, en este gozoso alumbramiento de una verdadera “nueva era”, donde ubicamos el sentido y valor de la última obra de Atawallpa Oviedo, nuestro hermano y amigo de búsquedas y de senderos en esta Pacha “tierra sagrada” ecuatorial.
Si todo camino es una iniciación y si todo caminante es de por sí un buscador, si todo buscador es ya de suyo un “iniciado” y un “iniciador” de miles y miles de hombres y mujeres que “hemos vuelto” como quisiera el gran Atawallpa, aquel saber lo vamos descubriendo transitando los caminos del “yachay ñan” y del “wak’ay ñan”, como el autor denomina a aquellos senderos físicos y simbólicos, que de algún modo deberían también ser los nuestros. En otras palabras, siendo Caminantes del arco iris e internándonos en aquellos cromáticos senderos será como podremos encontrar el recto alineamiento hacia una sabiduría del equilibrio; de aquel saber ecuatorial que estuvo escondido y que hoy está volviendo a emerger en nuestra mente y en nuestro corazón y también porqué no, en nuestro territorio y que estamos seguros va a devenir la simiente y matriz de nuestras futuras identidades.
Y no es por azar que nuestro autor lleva altivo y con honor el nombre del sabio gobernante y guerrero del Chinchay Suyu, aquel que se vio precisado a ocultar a los ojos del invasor el conocimiento y reflejo sagrado de la constelación de Chincha, aquella marka de equilibrio entre el hemisferio norte y sur; el mismo yachay solar que debió ocultar los secretos de la más grande y sabia unidad territorial, política y cultural precolombina: los secretos del gran TAWA-INTI-SUYU, de aquel ordenamiento de las cuatros direcciones cósmicas de Amaruka, antes de ser sacrificado en las “santas hogueras” del bárbaro inquisidor.
De este manera, en su libro Atawallpa Oviedo comienza a tejer y deshilar antiguos y nuevos relatos, mitos e imaginarios de las ancestrales Tierras del Qui, y persevera en el descubrimiento de su sendero real-imaginario: en el camino del yachay ñan ecuatoriano, aquel camino de dualidad y complemento al kapak ñan peruano-boliviano, cuya búsqueda constituye también la constatación de la mixtura y el palimpsesto que actualmente somos; el resultado de aquel feroz encuentro entre los hijos del sol recto con aquellos de la barbarie hispánico occidental de la época; encuentro después del cual -queramos o no aceptarlo- quedaron definitivamente impresas en nuestros genes y en nuestra sangre nuestras identidades andina, amazónica y pacífico ecuatoriales, las mismas que en una sabia y paciente espera renacieron y fructificaron desde las cenizas de nuestros abuelos, para luego retornar con la fiereza y la rudeza del huracán.
En cuanto a lo formal, nos atrevemos a decir que la obra que presentamos, constituye un gran collage, un trans-género literario, un intertexto de ficción, arqueología, historia, antropología, simbólica, poética y relato, a la vez que el pre-texto de un nuevo mito legendario por desentrañar; en suma, constituye un texto de impostergable toma de conciencia de nuestras múltiples identidades, donde el autor nos sitúa desnudos a elegir un sendero, aquel recto camino solar de sabiduría de nuestros ancestros primordiales Kitus- Shyri-Caras.
Y como su maestro imaginario Yokirami le aprende, nosotros somos caminantes del arco iris, de los siete colores de la wipala, de las siete notas del viento, de los siete puntos energéticos, de los siete grados del resplandor, de las siete dimensiones del espacio tridimensional, en suma de la “unidiversidad” todos aquellos elementos que solo se estudian en las “aulas solares” (no en las escolares) y nunca en la “uni-versidad”, pues hasta ahora el “el ser racional y cientificista” inventado y heredado del mundo greco-latino, ha estado orientado por la paranoica búsqueda del UNO no diverso, del uno absoluto y autoritario, en suma del uni-verso y nunca del “multiverso”; de aquel UNO feroz que rige en las tres belicosas religiones monoteístas del mundo actual: el islamismo, el judaísmo y un tergiversado cristianismo que hoy se ven enfrentados en una lucha capitalista, global y maniquea por la pretendida conquista del planeta, en una lucha mesiánica entre los supuestos “eje del bien” y “eje del mal”, que felizmente no nos competen y peor aún deberían pre-ocuparnos.
Por el contrario, el “unidiverso” andino ecuatorial como quisiera el autor, constituye entonces el cielo y el territorio “del otro” de la diversidad y de la variedad, del holon y de lo holístico, de aquella eufemística “alteridad” inventada por euro-occidente para sanar su culpable pecado capital, su brutal genocidio, su irrespeto por las culturas diferentes y a las que creyeron “civilizadamente” aniquilar, pero que hoy siguen encontrando su cuerpo y su cabeza, luego de haber sido descuartizadas como el shyri Daquilema o el inca Tupac Amaru, pero que perseveran siempre en la búsqueda de su íntegra totalidad. Aquella misma totalidad que ahora nos convoca para cargarnos con la fuerza femenina de la tierra, del agua y de la luna de nuestra Patria, no aquellos “patria” de los patricios grecolatinos, sino de la tierra sagrada horizontal que al fundirse con la fuerza vertical masculina y solar del puma y del jaguar en un abrazo de dualidad y reciprocidad, alcanzarán el Ayni tal como lo advierte el autor, retomando las sabias lecciones del arquitecto y amauta peruano Carlos Milla Villena.
En adelante, será el cóndor quien guíe nuestros pasos y domine nuestro cielo con su visionario volar; será el puma quien asuma otra vez con sus pisadas la reconstitución de los páramos y bosques andinos depredados para pastorear la gula carnívora del conquistador; será la serpiente cíclica que se escurre en lo celeste y en el agua de las cochas y los lagos de nuestra venerada Allpa Mama y, será en éstas y en otras páginas pioneras de una nueva simbólica que deberemos internarnos con nuestra propia creatividad para contradecir la “Historia” inventada por los pensadores de la “modernidad” y “el progreso”, por las enseñanzas de la historiografía occidental y las mismas y repetitivas ideologías euro centristas de una “novísima” post- modernidad quienes nunca supieron comprender lo que significaba una “cosmovisión”, es decir una visión cósmica del ser y del estar y del bienestar: aquella de nuestros ancestros, interesada en hacer tangible el mundo del cielo en el mundo natural y de los seres humanos; tal la meta inacabada de nuestros ancestros y en la cual persevera y pulsa sus flechas y pucunas el autor.
“Hoy la mayoría de personas no pueden mirar al sol y por eso no pueden ver lo sagrado” -dice el enigmático y misterioso Yokirami maestro y alter ego del autor-, y asentimos con humildad que igualmente hoy, casi nadie sabe situarse en su espacio/tiempo ni advertir el camino del sol durante los solsticios y equinoccios y por lo tanto casi nadie sabe hoy pararse en su propio centro. Así, la obra de Atawallpa Oviedo OMA, aporta también a develar nuestros mundos internos que están todavía por suerte ocultos a la faz de los inquisidores de ayer y de hoy, pero que si no les prestamos atención, permanecerán dormidos en nuestros genes y no se activarán en nuestra memoria, desintegrándose como el polen del ñachag hacia los cuatro vientos.
En una época en la que todavía el mal entendido shamanismo, aquel negocio comercial y floreciente de los embaucadores y negociantes de nuestras culturas, rinde sus últimas batallas ante el asombro de sus crédulos, incautos y encubridores, el verdadero camino del yachay andino ecuatorial asume su recta dirección, un alineamiento en el territorio y en el cielo, buscando el centro de nuevas y luminosas identidades; buscando el shungo corazón de la Pacha, así pues el camino del yachay o Yachay ñan constituye el motivo central de la búsqueda real y simbólica de este libro. Ahora estamos claros que si la experiencia de habitar el centro del mundo debió constituir para nuestros ancestros una experiencia primordial y sagrada, el conocimiento y valoración de las claves de nuestra habitación en el chakra corazón del mundo, aquello nos permitirá gradualmente la reconstitución de las identidades ecuatoriales primordiales y es en esa búsqueda que descubriremos el vector de nuestra organización social, política y territorial futura, es decir el estatuto ontológico de las culturas y pueblos del Ecuador del siglo XXI.
Es en medio de la fluidez amorfa de un planeta global en caos, es en estas tierras que constituyen el punto de encuentro entre las energías “del mundo celeste” y del “mundo terrestre”, es en este Ecuador nuestro, tangible y actual que podremos construir un nuevo mundo de acogida para los nuevos hombres rojos, amarillos, blancos y negros del planeta que deseen venir a crecer en pacífica, diversa y fructífera convivencia y, es precisamente en la búsqueda de este sendero que Atawallpa Oviedo nos invita a seguir caminando, siempre buscando en nuestro sol ecuatorial la “unidiversidad”, la dualidad y la complementariedad de nuevos y deslumbrantes arco iris.
Ki-To, Tierra del centro, abril 2007
* Arquitecto y escritor.
Sí, porque el mítico “Reyno de Quito», en el necesario construir de identidades de Juan de Velasco en el siglo XVIII; de las “Tierras del Qui” para los visionarios esposos Costales a fines del siglo XX, o del “Reino de los colibríes”, en la bella acepción del poeta andino ecuatorial Carrera Andrade, siempre fue, ha sido es y será el asiento de una milenaria civilización, que hoy apenas comienza a ser develada…Y es en este nuevo tiempo, en este despertar, en este gozoso alumbramiento de una verdadera “nueva era”, donde ubicamos el sentido y valor de la última obra de Atawallpa Oviedo, nuestro hermano y amigo de búsquedas y de senderos en esta Pacha “tierra sagrada” ecuatorial.
Si todo camino es una iniciación y si todo caminante es de por sí un buscador, si todo buscador es ya de suyo un “iniciado” y un “iniciador” de miles y miles de hombres y mujeres que “hemos vuelto” como quisiera el gran Atawallpa, aquel saber lo vamos descubriendo transitando los caminos del “yachay ñan” y del “wak’ay ñan”, como el autor denomina a aquellos senderos físicos y simbólicos, que de algún modo deberían también ser los nuestros. En otras palabras, siendo Caminantes del arco iris e internándonos en aquellos cromáticos senderos será como podremos encontrar el recto alineamiento hacia una sabiduría del equilibrio; de aquel saber ecuatorial que estuvo escondido y que hoy está volviendo a emerger en nuestra mente y en nuestro corazón y también porqué no, en nuestro territorio y que estamos seguros va a devenir la simiente y matriz de nuestras futuras identidades.
Y no es por azar que nuestro autor lleva altivo y con honor el nombre del sabio gobernante y guerrero del Chinchay Suyu, aquel que se vio precisado a ocultar a los ojos del invasor el conocimiento y reflejo sagrado de la constelación de Chincha, aquella marka de equilibrio entre el hemisferio norte y sur; el mismo yachay solar que debió ocultar los secretos de la más grande y sabia unidad territorial, política y cultural precolombina: los secretos del gran TAWA-INTI-SUYU, de aquel ordenamiento de las cuatros direcciones cósmicas de Amaruka, antes de ser sacrificado en las “santas hogueras” del bárbaro inquisidor.
De este manera, en su libro Atawallpa Oviedo comienza a tejer y deshilar antiguos y nuevos relatos, mitos e imaginarios de las ancestrales Tierras del Qui, y persevera en el descubrimiento de su sendero real-imaginario: en el camino del yachay ñan ecuatoriano, aquel camino de dualidad y complemento al kapak ñan peruano-boliviano, cuya búsqueda constituye también la constatación de la mixtura y el palimpsesto que actualmente somos; el resultado de aquel feroz encuentro entre los hijos del sol recto con aquellos de la barbarie hispánico occidental de la época; encuentro después del cual -queramos o no aceptarlo- quedaron definitivamente impresas en nuestros genes y en nuestra sangre nuestras identidades andina, amazónica y pacífico ecuatoriales, las mismas que en una sabia y paciente espera renacieron y fructificaron desde las cenizas de nuestros abuelos, para luego retornar con la fiereza y la rudeza del huracán.
En cuanto a lo formal, nos atrevemos a decir que la obra que presentamos, constituye un gran collage, un trans-género literario, un intertexto de ficción, arqueología, historia, antropología, simbólica, poética y relato, a la vez que el pre-texto de un nuevo mito legendario por desentrañar; en suma, constituye un texto de impostergable toma de conciencia de nuestras múltiples identidades, donde el autor nos sitúa desnudos a elegir un sendero, aquel recto camino solar de sabiduría de nuestros ancestros primordiales Kitus- Shyri-Caras.
Y como su maestro imaginario Yokirami le aprende, nosotros somos caminantes del arco iris, de los siete colores de la wipala, de las siete notas del viento, de los siete puntos energéticos, de los siete grados del resplandor, de las siete dimensiones del espacio tridimensional, en suma de la “unidiversidad” todos aquellos elementos que solo se estudian en las “aulas solares” (no en las escolares) y nunca en la “uni-versidad”, pues hasta ahora el “el ser racional y cientificista” inventado y heredado del mundo greco-latino, ha estado orientado por la paranoica búsqueda del UNO no diverso, del uno absoluto y autoritario, en suma del uni-verso y nunca del “multiverso”; de aquel UNO feroz que rige en las tres belicosas religiones monoteístas del mundo actual: el islamismo, el judaísmo y un tergiversado cristianismo que hoy se ven enfrentados en una lucha capitalista, global y maniquea por la pretendida conquista del planeta, en una lucha mesiánica entre los supuestos “eje del bien” y “eje del mal”, que felizmente no nos competen y peor aún deberían pre-ocuparnos.
Por el contrario, el “unidiverso” andino ecuatorial como quisiera el autor, constituye entonces el cielo y el territorio “del otro” de la diversidad y de la variedad, del holon y de lo holístico, de aquella eufemística “alteridad” inventada por euro-occidente para sanar su culpable pecado capital, su brutal genocidio, su irrespeto por las culturas diferentes y a las que creyeron “civilizadamente” aniquilar, pero que hoy siguen encontrando su cuerpo y su cabeza, luego de haber sido descuartizadas como el shyri Daquilema o el inca Tupac Amaru, pero que perseveran siempre en la búsqueda de su íntegra totalidad. Aquella misma totalidad que ahora nos convoca para cargarnos con la fuerza femenina de la tierra, del agua y de la luna de nuestra Patria, no aquellos “patria” de los patricios grecolatinos, sino de la tierra sagrada horizontal que al fundirse con la fuerza vertical masculina y solar del puma y del jaguar en un abrazo de dualidad y reciprocidad, alcanzarán el Ayni tal como lo advierte el autor, retomando las sabias lecciones del arquitecto y amauta peruano Carlos Milla Villena.
En adelante, será el cóndor quien guíe nuestros pasos y domine nuestro cielo con su visionario volar; será el puma quien asuma otra vez con sus pisadas la reconstitución de los páramos y bosques andinos depredados para pastorear la gula carnívora del conquistador; será la serpiente cíclica que se escurre en lo celeste y en el agua de las cochas y los lagos de nuestra venerada Allpa Mama y, será en éstas y en otras páginas pioneras de una nueva simbólica que deberemos internarnos con nuestra propia creatividad para contradecir la “Historia” inventada por los pensadores de la “modernidad” y “el progreso”, por las enseñanzas de la historiografía occidental y las mismas y repetitivas ideologías euro centristas de una “novísima” post- modernidad quienes nunca supieron comprender lo que significaba una “cosmovisión”, es decir una visión cósmica del ser y del estar y del bienestar: aquella de nuestros ancestros, interesada en hacer tangible el mundo del cielo en el mundo natural y de los seres humanos; tal la meta inacabada de nuestros ancestros y en la cual persevera y pulsa sus flechas y pucunas el autor.
“Hoy la mayoría de personas no pueden mirar al sol y por eso no pueden ver lo sagrado” -dice el enigmático y misterioso Yokirami maestro y alter ego del autor-, y asentimos con humildad que igualmente hoy, casi nadie sabe situarse en su espacio/tiempo ni advertir el camino del sol durante los solsticios y equinoccios y por lo tanto casi nadie sabe hoy pararse en su propio centro. Así, la obra de Atawallpa Oviedo OMA, aporta también a develar nuestros mundos internos que están todavía por suerte ocultos a la faz de los inquisidores de ayer y de hoy, pero que si no les prestamos atención, permanecerán dormidos en nuestros genes y no se activarán en nuestra memoria, desintegrándose como el polen del ñachag hacia los cuatro vientos.
En una época en la que todavía el mal entendido shamanismo, aquel negocio comercial y floreciente de los embaucadores y negociantes de nuestras culturas, rinde sus últimas batallas ante el asombro de sus crédulos, incautos y encubridores, el verdadero camino del yachay andino ecuatorial asume su recta dirección, un alineamiento en el territorio y en el cielo, buscando el centro de nuevas y luminosas identidades; buscando el shungo corazón de la Pacha, así pues el camino del yachay o Yachay ñan constituye el motivo central de la búsqueda real y simbólica de este libro. Ahora estamos claros que si la experiencia de habitar el centro del mundo debió constituir para nuestros ancestros una experiencia primordial y sagrada, el conocimiento y valoración de las claves de nuestra habitación en el chakra corazón del mundo, aquello nos permitirá gradualmente la reconstitución de las identidades ecuatoriales primordiales y es en esa búsqueda que descubriremos el vector de nuestra organización social, política y territorial futura, es decir el estatuto ontológico de las culturas y pueblos del Ecuador del siglo XXI.
Es en medio de la fluidez amorfa de un planeta global en caos, es en estas tierras que constituyen el punto de encuentro entre las energías “del mundo celeste” y del “mundo terrestre”, es en este Ecuador nuestro, tangible y actual que podremos construir un nuevo mundo de acogida para los nuevos hombres rojos, amarillos, blancos y negros del planeta que deseen venir a crecer en pacífica, diversa y fructífera convivencia y, es precisamente en la búsqueda de este sendero que Atawallpa Oviedo nos invita a seguir caminando, siempre buscando en nuestro sol ecuatorial la “unidiversidad”, la dualidad y la complementariedad de nuevos y deslumbrantes arco iris.
Ki-To, Tierra del centro, abril 2007
* Arquitecto y escritor.
Profesor de la Facultad de Comunicación Social del Ecuador.
Coordinador del colectivo Gaia Tierra Inteligente